martes, 29 de septiembre de 2009

Los ocho crímenes del irlandés Mateo Banks

EN 1922 MATÓ A SU FAMILIA EN AZUL PARA HEREDARLOS

Fue condenado a perpetua y enviado a Ushuaia. Lo indultaron. Su final, inesperado


Mateo Banks, un irlandés colorado y robusto, entró de cabeza en la historia criminal argentina el 18 de noviembre de 1922 como el primer multi-homicida de las pampas: en un solo día de furia asesinó a seis familiares y dos peones, en las estancias que su familia poseía en Azul, en la provincia de Buenos Aires. Todo ocurrió entre el mediodía de ese martes y la noche siguiente, en las estancias El Trébol y La Buena Suerte. Con su rifle Winchester mató a sus hermanos Dionisio, Miguel y María Ana; a su cuñada Julia; a sus sobrinas Sara y Cecilia, de 12 y 15 años; y a los peones Juan Gaitán y Claudio Loiza. Esa misma madrugada ensilló y corrió al pueblo. Denunció las muertes ante el médico de la familia y acusó a Gaitán: dijo que tuvo que matarlo en defensa propia. Pero el comisario lo detuvo como único sospechoso. Aunque su familia era potentada, Banks estaba en bancarrota. Allí, la Justicia encontró la clave para condenarlo a prisión perpetua. Pasó un cuarto de siglo encerrado en la cárcel de Ushuaia, en Tierra del Fuego. En 1949 fue indultado y -como era repudiado por la población de Azul- se refugió en la ciudad de Buenos Aires. Alquiló una habitación y se disponía a empezar una nueva vida con nombre falso. Pero en un extraño caso de justicia poética, el mismo día de la mudanza, Banks pisó el jabón en la bañera y se desnucó. Tenía 77 años.


AZUL, 1922. Ricardo de La Cuesta interrogó durante días a Mateo Banks en la comisaría de Azul. El irlandés repetía, sin dar el brazo a torcer, que había matado al peón Juan Gaitán en defensa propia cuando, ciego por la sed de sangre, el gaucho le había disparado en un pie luego de asesinar a su familia.

El investigador estrella había viajado desde La Plata a Azul, por pedido expreso del comisario Luis Bidonde, que tenía en sus manos el caso más horrendo que jamás hubiera imaginado: desentrañar la masacre a tiros de ocho personas integrantes de los círculos más prestigiosos de la región.

De la Cuesta pasó horas interrogando a ese hombre colorado, robusto y con bigotón de aristócrata. La historia no cerraba; caía en muchas contradicciones.

Cuando los resultados de las pericias llegaron a Azul, el detective sonrió. Lo tenía donde quería. El informe desmoronaba la coartada del irlandés: el agujero de la bota de Banks, donde sostenía que Gaitán le había pegado el tiro, había sido hecho con un punzón. Y los disparos criminales, habían salido de un arma de calibre idéntico al del Winchester de Mateo.

De la Cuesta enfrentó una última vez a Banks y puso todas las cartas sobre la mesa. El hombre ejemplo de los inmigrantes triunfadores pampeanos guardaba un secreto que él había descubierto: que sus hermanos y su hermana eran prósperos, pero él estaba en bancarrota. Ese día, Banks confesó.


OCHO. Ese mediodía de 1922 Mateo Banks había envenenado el puchero con estricnina, pero equivocó la dosis y el olor nauseabundo de la comida evitó que los comensales la probaran. Y la hora de la siesta fue fatal. A las 13 del 18 de noviembre, Banks disparó su rifle Winchester en la espalda de su hermano Dionisio. Ya caído, lo remató con un tiro. Su hermano estaba en su estancia La Buena Suerte, con su hija de 12 años, Sara. Mateo golpeó a la chica, la cargó hasta un jagüel, la arrojó allí y luego le disparó. Después esperó. Había comenzado la carnicería.

A las 20 llegó Juan Gainza, el peón de la estancia, y Banks lo recibió con un disparo en el pecho. Subió a su sulky y partió hacia El Trébol, a una legua de allí, donde vivían otros dos hermanos: María Ana y Miguel, que convivía con su esposa, Julia Dillon.

En esa otra estancia repitió el tiroteo. Primero le pidió al peón Claudio Loiza que lo acompañe hasta La Buena Suerte, porque su hermano estaba enfermo. A mitad de camino lo liquidó de un tiro en la cabeza. Volvió.

A las 23, todos menos Mateo dormían en El Trébol. Primero despertó a su hermana y repitió el engaño que había hecho al peón. Volvió, irrumpió en la habitación de su hermano y liquidó al matrimonio.

Sólo quedaban tres personas vivas en la casa: Cecilia y Ana Banks, de 15 y 5 años, y la hija del peón, María Ercilia Gaitán, de 4. Entró a la pieza en la que dormían y asesinó a la mayor. Las dos nenas corrieron a esconderse. Les perdonó la vida.

A las 4, Banks fue al pueblo a buscar al médico de la familia. A él le dijo lo que había pasado y culpó a los peones.


IRLANDESES. En 1922 Azul tenía 30.000 habitantes. El padre de Mateo Banks había llegado a la Argentina en 1862, se casó con otra irlandesa y se instaló primero en Chascomús y luego en Azul.

Los Banks habían logrado mucho prestigio en esa ciudad. Mateo era socio del Jockey Club y vicecónsul de Gran Bretaña. Era representante de la marca de autos Studebaker. Había consolidado su fortuna al casarse con Martina Gainza, también de la alta sociedad, con quien había tenido cuatro hijos. A diferencia de sus hermanos, Banks vivía en una casa en el centro de Azul. Pero toda esa riqueza que parecía poseer, era artificial.


USHUAIA. El juicio a Mateo Banks se hizo en el Sport Club de Azul, que fue habilitado como tribunal. El lugar estaba abarrotado de gente. Desde hacía tiempo, los diarios de la capital como Crítica o La Prensa, seguían el caso.

En el juicio, el estanciero dijo que le habían sacado la confesión con torturas y se proclamó inocente. Ningún abogado quería defenderlo y obtuvo un defensor oficial que insistió en la culpabilidad de los peones. El fiscal Horacio Segovia lo acusó de ocho homicidios con premeditación y alevosía, y reunió gran cantidad de pruebas en su contra.

En el juicio, Segovia reveló que en 1922 Banks había vendido su parte de las estancias a sus hermanos y que pocas semanas antes del crimen había falsificado un poder de Dionisio para vender cientos de cabezas de ganado. Si su hermano lo hubiera denunciado, con seguridad le esperaba la cárcel.

Además, el fiscal comprobó que el crimen había sido planificado: poco antes de los homicidios había comprado cartuchos calibre 12, que luego usó. Y ese mismo día había envenenado con estricnina un puchero que sus hermanos no comieron porque equivocó la dosis y tenía un olor nauseabundo.

El abogado explicó el móvil de los crímenes: habían sido perpetrados por el estanciero para quedarse con la herencia. Que no hubiera asesinado a su sobrina Ana se explicaba porque le correspondía un tercio de lo que la niña y su otra hermana, que vivía en Irlanda, recibirían.

La Justicia lo condenó a cadena perpetua. Pero el abogado defensor alegó vicios de forma en el juicio, que le fueron concedidos.

Banks fue trasladado a La Plata, donde lo juzgaron por segunda vez. Fue defendido por el abogado Antonio Palacios Zinny -una especie de Fernando Burlando de la época-, que aceptó el caso gratis, solo por la publicidad que le ofrecía.

Ni siquiera el gran abogado defensor de causas imposibles pudo evitar que lo condenen a perpetuidad. En 1924 Banks fue trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Ushuaia.

Tras 25 años de encierro, fue indultado en 1949. Como era repudiado en Azul, se refugió en Buenos Aires y cambió de identidad. Su nombre era muy conocido: en los arrabales de la Capital había inspirado los tangos “Doctor Carús” y “Don Maté 8”. Con un documento falso a nombre de Eduardo Morgan, alquiló una habitación en Flores. Pero en una jugarreta del destino, apenas mudado, Banks pisó el jabón en la bañera y se desnucó.


LIBROS Y TURISMO: El caso Banks fue minuciosamente estudiado por Hugo A. Hohl en su libro "Crimen y status social", de 1998. También escribió sobre él Álbaro Abos y se puede conseguir información en el Archivo Histórico Municipal de Olavarría. Esos trabajos fueron fuente para esta nota.

Además, la historia puede conocerse en Azul, donde se promociona el circuito turístico "Mateocho", en el que se realizan visitas a su casa y otras actividades.

TANGO: Mató a dos hermanos, a una hermana, a su cuñada, a dos sobrinas y dos peones. Inspiró dos tangos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

A diez años de un final sangriento: La masacre de Ramallo, un robo que no fue

Toma de rehenes, tres muertos y un "suicidado", en los mejores años de la maldita policía


En la cabeza de los tres hombres pasaban muchas cosas ese 16 de septiembre de 1999. La adrenalina fluía a raudales. Soñaban con comprarse un edificio en Río de Janeiro, contaría diez años después el único sobreviviente de la banda. Nada podía fallar: tenían apoyo de la Bonaerense, trotyl provisto por un militar y apoyo externo. Cuando a las ocho menos cinco el gerente del Banco Nación de Villa Ramallo abrió la puerta al cartero, los tres tipos entraron y los apuntaron. Comenzaba así una toma de rehenes que duraría 20 horas y que terminaría a las 4 de la mañana del día siguiente, cuando en una salida pactada, cientos de policías dispararon 120 balazos al Polo verde del gerente. Sólo una de las 46 balas que dieron en el auto pegó en un neumático. Las otras 45 impactaron a la altura de los ocupantes. Allí iban los tres asaltantes, Javier Hernández, Carlos Martínez y Martín Saldaña; el gerente Carlos Chávez, su esposa, Flora Lacave y el contador de la entidad, Carlos Santillán. Hernández, Chávez y Santillán murieron en la balacera. Todo fue filmado por las cámaras de TV y puso sobre la mesa de la opinión pública las "bandas mixtas" de las mejores épocas de "la mejor policía del mundo". Se lo conoció como la Masacre de Ramallo, que ya cumplió 10 años, justo cuando el único sobreviviente de la banda fue beneficiado con salidas transitorias (ver aparte).


VILLA RAMALLO. El 16 de septiembre de 1999 los habitantes de Villa Ramallo despertaron sobresaltados. Ese día, nadie en el pueblo dormiría la siesta reglamentaria. Cuando los tres ladrones entraron a las 7.55 a la sucursal del Banco Nación de esa ciudad del norte de la Provincia, una empleada del cable local vio la escena y llamó a la Policía. Poco después la entidad estaba rodeada por la temible Brigada de Ramallo, al mando del juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzzo. Dentro, la banda tenía seis rehenes: el gerente, el cartero, el contador, los empleados Ricardo Pascuali y Diego Serra, y la esposa del gerente. En simultáneo, el país miraba lo que sucedía por la televisión.

Las primeras negociaciones duraron doce larguísimas horas y recién a las 21 fueron liberados dos rehenes: Diego Serra y Fernando Vilches. Cuatro horas después, Ricardo Pascuali se convertía en el tercer liberado.

A las 4 de la madrugada parecía que todo iba en camino de resolverse. Una fuerza de doscientos policías del Grupo Especial Operativo (GEO) y el Grupo Halcón, estaban apostados en derredor del Banco, con la orden explícita del juez de no disparar. Habían pactado una salida.


120 BALAS. A las 4.08 se abrió la puerta del garaje del banco y el Polo verde del gerente salió con las seis personas que estaban en el interior de banco. Al volante iba Carlos Chaves, con un pan de explosivo trotyl en el cuello. En el asiento del acompañante iba el asaltante Javier Hernández y en las butacas traseras los otros dos. El resto de los rehenes, Carlos Santillán y Flora Lacave, iban como escudo humano.

El auto avanzó y a mitad de cuadra le llovieron las balas: en 20 segundos, 120 disparos estallaron como un trueno.

De las 46 balas que dieron en el auto, sólo una pegó en una rueda, donde se suponía que debían disparar si lo que pretendían era detener el coche. Las otras mataron a Chaves, Santillán y Hernández, hirieron a Lacave y Martínez.

Sólo Saldaña salió ileso. Fue llevado detenido a la comisaría Segunda de Ramallo, donde apareció colgado y ahorcado esa misma tarde, en su celda. El "suicidio" que la Policía informó fue, en realidad, un homicidio, confirmado el 26 de diciembre de 2006 por la perito María Noms, de la Asesoría Pericial de la Suprema Corte bonaerense.


LA MEJOR POLICÍA. En la población, que asistió a la masacre "en vivo y en directo", quedó la sensación que las muertes fueron una ejecución deliberada de la Policía para esconder el acuerdo entre los ladrones y miembros de la fuerza para cometer el robo.

El entonces gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, dijo poco después que había sido una masacre y disolvió el GEO.

Por el caso se realizaron dos juicios. En 2002 fue juzgada la banda y en 2004 los policías que dispararon y ejecutaron a tres de los ocupantes.


BANDA MIXTA. En septiembre de 2002 el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario condenó con penas de entre 24 y 13 años a los siete integrantes de la banda que cometió el asalto y absolvieron a dos por el beneficio de la duda. El juicio certificó la existencia de las bandas mixtas, de policías y ladrones.

Carlos "El Negro" Martínez tenía 23 años y lo condenaron a 24. Lo responsabilizaron de las muertes de uno de sus socios y de dos rehenes. Al final del juicio su padre dijo: "Mi hijo no mató a nadie", y tenía razón.

El cabo de la Bonaerense Aldo Cabral, que era la pata visible de la participación policial en la banda, recibió 17 años. Él proveyó a los asaltantes el handy con frecuencia policial por el que, después, se hicieron las negociaciones. También hizo los planos del banco -le encontraron una copia en su casa- y llevó a Saldaña a la celda para que fuera asesinado.

El resto de los que componían la banda, pero que no entraron al banco, también recibieron condena: Jorge Andrés Aguilar, voluntario del Ejército que proveyó un pan de trotil a la banda, recibió 15 años. Mónica Saldaña, 14. Raúl Oscar Mendoza, Norberto "Ojitos" Céspedes y Silvia Vega, 13.


LA MALDITA. En diciembre de 2004, el mismo tribunal condenó a siete de los ocho imputados policiales que participaron de la balacera con penas de 2 a 20 años de prisión.

El ex suboficial principal del Comando de Patrullas de San Nicolás, Oscar Parodi, fue condenado a 20 años porque de su fusil salió la bala que mató al gerente Chaves. Lleva cumplida la mitad de su condena. El ex sargento Ramón Leyva, recibió 18 años por matar al contador Carlos Santillán. Aunque intentó suicidarse en prisión, sigue detenido.


MÉTODOS. Los jefes de la Policía bonaerense y sus contactos con la banda de asaltantes aún no fueron probados y es investigado.

El asalto al Banco Nación de Ramallo y la masacre significó un punto de quiebre para las operaciones de la Bonaerense. A partir de entonces, la violencia policial comenzó a ser más selectiva.

La masacre no significó el fin de las bandas mixtas. El tiempo demostró que, sólo, cambiaron de rubro, como los secuestros.

Después de aquel episodio, los capangas policiales comenzaron a perder peso específico. Pero también aprendieron que los negocios -que siguieron existiendo-, son más efectivos si son menos visibles.


“No queríamos muertes”

A Norberto Fabricio "Ojitos" Céspedes lo condenaron a un encierro de 24 años, uno más de los que tenía. A 10 años de la masacre y después de pasar siete en gayola -que por el 2x1, se convirtieron en 9 y dos meses-, recibió el beneficio de la libertad condicional. En su primer paso fuera de la cárcel, se cruzó con la cámara de uno de los canales que hizo del "vivo y en directo" policial, uno de los clásicos de los '90.

"El arrepentimiento viene por todos los hechos que derivaron en una catástrofe que no esperábamos, porque para nosotros era un robo perfecto: era entra y salir", dijo el convicto a Crónica TV. "No queríamos que hubiera muertes", explicó Céspedes.

El muchacho contó que aquel golpe era considerado como el primero de "otros objetivos más importantes. Teníamos pensado comprar campos, cultivar soja, comprar un edificio en Río de Janeiro, Brasil", recordó.

Céspedes, que terminó la secundaria en prisión, pidió perdón a los familiares de los muertos. "Si bien nosotros no matamos a nadie y fue la Policía, no fuimos a lastimar a nadie, sino a buscar el dinero", dijo.

De los condenados en los dos juicios, dos integrantes de la banda (Martínez y Cabral) y dos de los policías (Parodi y Leyva) siguen presos. Otros seis policías están libres y cinco de los otros delincuentes ya fueron beneficiados con la libertad condicional o salidas transitorias.

martes, 15 de septiembre de 2009

Enriqueta Martí, La Vampira de carrer Ponent

La secuestradora de niños de Barcelona

Cayó en 1912. Durante 10 años asesinó chicos para fabricar pócimas y remedios


El pueblo de Barcelona la bautizó como La Vampira del carrer Ponent. Sus secuestros de niños creó en el imaginario popular la temeraria leyenda de "El hombre de la bolsa". Su leyenda nació en febrero de 1912, cuando Enriqueta Martí Ripollés fue detenida por la policía catalana, tras diez años de raptar niños, prostituirlos, asesinarlos y fabricar con su sangre y sus grasas y la médula de sus huesos, ungüentos y pócimas para curar la tuberculosis, la tisis y otras enfermedades que atemorizaban a los ricos de la Europa de principios del siglo XX.
En cada una de las casas en las que había vivido, los investigadores encontraron huesos de niños, frascos con sangre y grasas extraídas a sus víctimas, antiguas recetas de brujería. Cuando la vampira confesó, también encontraron una libreta con los nombres de sus clientes, que preocupó a los poderosos de la ciudad: allí había muchos nombres de las personas importantes de la época, gente "interesada en la caridad", dijeron los agentes de justicia.
Fueron dos nenas de 5 años, Teresita y Angelita, quienes al ser rescatadas permitieron atrapar a la vampira. Los forenses de la época sólo identificaron los restos de diez niños asesinados. Pero fueron más; de ellos sólo recuperaron huesos anónimos. Los descubrimientos morbosos de sus curanderías medievales se vertían en extensas crónicas que llenaban las páginas de los diarios de la época. Sólo el hundimiento del Titanic, en abril de ese año, apagó un poco el interés del público en esa historia.
Enriqueta murió al final del año, asesinada a golpes en prisión. Pero todos sospecharon que había sido envenenada, para que no se cumpliera su promesa de calabozo: subir al patíbulo junto con sus clientes. Esos nombres nunca se conocieron. Con su muerte, esas personas importantes durmieron tranquilas.

CAÍDA. Enriqueta Martí fue detenida el 27 de febrero de 1912. Tenía 43 años y vivía con dos nenas de 5 años en una casa del entresuelo 1º del Nº29 de la calle del Poniente (o carrer Ponent, en catalán), actual Joaquín Costa, que corre por detrás del centro de Cultura Contemporánea y el Museo de Arte Contemporáneo (MACBA), en la parte vieja de Barcelona, Cataluña.
En esa época eran muchos los niños que desaparecían o se perdían en las grandes ciudades, y los vecinos de Barcelona habían inventado al “hombre de la bolsa”, de quien contaban historias tétricas que usaban para asustar y hacer más precavidos a sus hijos.
Durante diez años, Martí había azotado las calles de esa ciudad de principios de siglo.
Diez días antes de su detención, el 10 de febrero de 1912, Teresita Guitart, de 5 años, desapareció cuando su madre, en un descuido mientras charlaba en la puerta de su casa con una vecina, le soltó la mano (ver “Ven bonita,...”). El caso había preocupado a los pobladores de la ciudad y los diarios de la época llenaban sus páginas con el tema.
Fue por una vecina suya chusma que Enriqueta cayó en desgracia: la mujer había visto a una nena rapada que la miró por una ventana. “¿Si se trata de Teresita?”, pensó. Eso le contó a un colchonero de la cuadra, quien lo contó a un policía que se lo contó a su jefe de brigada, Ribot.
El policía fue a la casa señalada. Cuando Enriqueta abrió, el agente saludó y dijo: “Vengo a inspeccionar, pues han denunciado que usted tiene gallinas”.
La vampira lo negó, pero cuando atinó a pedir por una orden ya era tarde. El policía ya había encontrado a Teresita, que vivía en el lugar junto a otra niña, Angelita.

CORRUPTORA. En la comisaría, el jefe de policía José Millán Astray descubrió que Enriqueta Martí tenía antecedentes por corrupción de menores: había sido detenida en 1909 en su casa en la que tenía un prostíbulo de menores de ambos sexos, con niños de entre 5 y 16 años. Con ella habían detenido al hijo de una importante familia, por lo que el caso había sido archivado y olvidado.
Pero con su nueva detención, los policías descubrieron que la Vampira, además de secuestradora y corruptora de menores, era prostituta, falsificadora, pederasta, bruja y asesina.
A los 20 años, Enriqueta había comenzado a prostituírse. Era conocida en los lupanares de la zona vieja. La mujer no tenía problemas económicos, pero por los cientos de testimonios recogidos en esos días, descubrieron que, por las mañanas, se vestía con harapos y pedía limosnas en las iglesias.
Y era asesina: las nenas rescatadas contaron que una noche, mientras la mujer no estaba, habían encontrado un bolso con ropas de niño y un cuhillo con sangre. Angelita contó también que ella había visto cómo asesinaba a Pepito, un niño de su edad, con un cuchillo.
En una nueva inspección, los agentes del juzgado encontraron varias habitaciones en el entresuelo de la calle del poniente. Un salón estaba acomodado con muebles costosos y trajecitos para niños. En otra habitación encontraron el bolso que habían dicho las niñas. En otra, descubrieron una bolsa de lona con ropa vieja, que en el fondo contenía huesos de niños.
La expedición macabra terminó cuando en una habitación encontraron medio centenar de frascos, rellenos de sangre coagulada, de grasas y otras sustancias extrañas.
Además, también encontraron un libro antígüo con fórmulas misteriosas y un cuaderno lleno de recetas de curandero para toda clase de enfermedades. En una libreta, apareció un listado de clientes.

VAMPIRA. Ya cercada, Enriqueta habló: "Confecciono remedios usando partes del cuerpo humano", dijo. Y, gritó: "¡Que registren el piso! ¡Que piquen las paredes y encontrarán algo! Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables".
También en otros domicilios que Enriqueta había tenido en los últimos diez años encontraron evidencia aterradora. Aparecieron más huesos de niños, que los forenses dijeron que pertenecían niños de 3, 6 y 8 años. Diez fueron las criaturas identificadas como víctimas que se incluyeron en el sumario.
En aquella época la tuberculosis hacía estragos, y existía la creencia de que el mejor remedio era beber sangre humana y aplicarse sobre el pecho grasas infantiles.
Pero los consumidores de esas pócimas no podían ser, si no, gente acaudalada. El diario Abc llegó a decir que "los nombres y domicilios contenidos en esta lista son de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron víctimas de las socaliñas (que significa "engaños") de la hechicera".
A finales del año se supo que Enriqueta Martí había fallecido en la cárcel linchada por otras presas. En Barcelona corrió el rumor de que antes de ser atacada, ya estaba muerta, envenenada por encargo de alguien interesado en su desaparición. Nada se pudo probar.
Y La Vampira de carrer Ponent ya era leyenda.


“Ven bonita, tengo dulces para ti”

Mientras su mamá conversaba con una vecina frente a su casa de la calle San Vicente, Teresita Guitart se alejó un poco. Jugaba cuando sintió que alguien le agarraba la mano. Era una mujer que con tono cariñoso le dijo: “Ven bonita, ven, tengo dulces para ti”.
La nena accedió, pero cuando notó que se alejaban intentó escapar. Era muy tarde. Enriqueta la envolvió en un trapo negro, la alzó y desapareció en la penumbra de la noche.
Cuando 17 días después el policía Ribot entró en la casa de Martí vio a la nena con la cabeza rapada.
–¿Como te llamas? Guapa.
–Felicidad.
–¿No te llamas Teresita? –insistió.
–Aquí me llaman Felicidad.
Los testimonios de la nena y Angelita, otra niña de su edad que la Vampira había robado a su cuñada, revelaron que Martí, además de corruptora, fabricaba ungüentos y pócimas con la grasa, la sangre y la médula de los huesos de los niños que robaba y asesinaba.
Gracias a ellas, los policías descubrieron un cuarto oculto donde la mujer guardaba la sangre, las grasas y las recetas antígüas de curanderos y brujería con que fabricaba las pócimas que, luego, vendía a sus clientes.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Durante 18 años plantó bombas en todo EE.UU.

Unabomber y la cruzada anti tecnología
Con 16 atentados, Theodore Kaczynski quiso derrumbar el mundo occidental. Sigue preso
Sus bombas apuntaron a destruir la sociedad tecnológica -industrial y durante 18 años, el matemático de Harvard y profesor en la Universidad de California, Theodore J. Kaczynski mantuvo histéricos a los más avezados investigadores del FBI. Pugnaba por "una revolución contra el sistema industrial", pero no desde el punto de vista de una revolución política: su objeto no era derribar gobiernos, sino las bases económicas y tecnológicas de la sociedad actual. Fue conocido como Unabomber y su técnica de construcción de bombas caseras y el sistema errático de ataque, hizo imposible a los detectives encontrarlo. Cometió 16 ataques en empresas de aviación y universidades de EE.UU., donde veía el germen de la decadencia de la sociedad occidental y el final de la libertad del hombre. Tres personas murieron y 28 resultaron heridas desde su primer atentado explosivo en 1978. Su obra más famosa es su Manifiesto, que envió a nombre del Freedom Club (Club de la Libertad) al New York Times. Fue detenido en 1996. Y no lo encontró el FBI. Lo delató su hermano que, aunque lo había admirado, claudicó por el precio puesto a la cabeza de Kaczynsky: un millón de dólares.

UNABOMBER
. Theodore Kaczynski nació en Chicago en 1942, se graduó en Matemáticas en la Universidad de Harvard y fue profesor en la Universidad de California, en Berkeley.
Pero en 1969 dejó la docencia y dos años después, a sus 28, se volvió un ermitaño. Agobiado por el destino del mundo occidental, cortó sus vínculos familiares y con la sociedad para vivir durante los siguientes 25 años, casi sin ingresos, en una solitaria cabaña construida en las montañas de Montana.
En medio de la naturaleza y apartado de todo, la mente de Kaczynski fue forjando la idea de un plan radical de acción directa para acabar con las bases económicas y tecnológicas del mundo, dónde veía la corrosión de la libertad del hombre. Su primer ataque fue cometido el 25 de mayo de 1978 en la Universidad de Northwestern, Illinois, donde hirió a un guardia. Durante los 18 años siguientes, todos sus ataques (ver recuadro) fueron en universidades, compañías de computación y aerolíneas. Todos fueron realizados con explosivos de fabricación casera.
El sistema errático de ataque y la facilidad para conseguir los materiales para sus bombas le garantizaron la clandestinidad.
No fue hasta 1979, cuando colocó su tercera bomba en la panza de un avión Boeing 727 -que lo obligó a un aterrizaje forzoso-, que el FBI se involucró en su búsqueda. El artefacto se había activado automáticamente por un barómetro casero que había sido modificado para funcionar como altímetro, cuando la nave alcanzó los 3.500 metros de altura.

Hasta 1995 fue el hombre más buscado de América, su cabeza llegó a valer 1.000.000 de dólares y fue considerado el terrorista más peligroso del mundo.

Los federales fueron quienes lo bautizaron como Unabomber (siglas de University and Airline Bomber) e intentaron que fuera visto como un loco solitario guiado por impulsos personales. Pero tras varios años de buscarlo sin suerte, el grupo especial de operaciones del FBI, fue desarticulado.
Varios años más tarde, en 1993, y tras colocar dos bombas en las universidades de Yale y la de California, Unabomber mandó un comunicado al New York Times asegurando que el autor de las bombas era el "Freedom Club", una organización de anarquistas anti tecnología. El grupo especial del FBI, a cargo del agente John Douglas, fue puesto nuevamente en funciones.

ANTI-TEC. En 1995 estalló la última bomba de Unabomber. Dos días después, el 26 de abril, el Freedom Club envió una carta al New York Times con el manifiesto "La sociedad industrial y su futuro".
El Unabomber prometió que no atacaría de nuevo si era publicado: "Creemos que ha llegado el momento de publicar las ideas antitecnología", aclaraba Kascynski.

Tras discutirlo con el FBI, el New York Times accedió.
"El colapso social que hoy vemos no es desde luego el resultado del simple azar. Sólo puede ser el resultado de las condiciones de vida que el sistema impone a la gente". Esa frase extraída del punto 151 del Manifiesto del Unabomber, tal vez resuma las ideas de Kaczynski.
El Manifiesto se divulgó por todo el planeta y generó admiración de muchos grupos como alt.fan.unabomber o el Comité de Acción Política Unabomber.
Kaczynski plantó sus principios en la Introducción de su Manifiesto.
"El sistema tecnológico-industrial puede sobrevivir o puede fracasar. Si sobrevive las consecuencias serán inevitables: no hay modo de reformar o modificar el sistema así como prevenirlo de privar a la gente de libertad y autonomía. Si el sistema fracasa las consecuencias aún serán muy penosas. Pero cuanto más crezca el sistema más desastrosos serán los resultados de su fracaso, así que, si va a fracasar, será mejor que lo haga antes que después", dicen en sus puntos 2 y 3.


EL SISTEMA GANA
. Kaczynski tenía un hermano menor, David Kaczynski, que lo había admirado e intentado seguir sus ejemplos. Llegó incluso a construirse una cabaña y abandonar la sociedad civilizada. De todas formas, no duró mucho.
Tras un tiempo, David abandonó la idea de seguir a su hermano y regresó a su vida en la sociedad. Eso derrumbó al Unabomber: el Gobierno le había puesto precio su cabeza. David lo delató, recibió un millón de dólares y dio la mitad a los familiares de las víctimas.

Theodore Kaczynski fue enviado a juicio. Sus abogados quisieron hacerlo pasar por loco y los rechazó. Propuso como defensor a Tony Serra, un abogado de grupos radicales, que aceptó el caso sin cobrar, pero el juez consideró que ya era demasiado tarde y rechazó el cambio.
Fue condenado a cuatro cadenas perpetuas. En la actualidad sigue encerrado en una prisión de máxima seguridad.


Las cartas bomba
1978 - Universidad de Northwestern, Illinois. El 25 de mayo un vigilador fue herido por una carta bomba dirigida al profesor de ingeniería de materiales Buckley Crist. A ese atentado le siguió otro en la Universidad de Northwestern, hiriendo a un estudiante.

1979 - El 15 de noviembre estalló una bomba en el equipaje de un vuelo de American Airlines Flight 444, un Boeing 727 que viajaba de Chicago a Washington. La bomba comenzó a humear, la nave realizó un aterrizaje de emergencia. Con este atentado llevó el FBI salió en su búsqueda.

1980 - El 10 de junio Kaczynski envió un paquete a Percy Wood, presidente de United Airlines. Fue herido. Con este ataque el FBI lo bautizó como Unabomber.

1981- 1982 - Tres ataques con bombas caseras en las universidades de Vanderbilt, Berkeley y California. En las últimas dos fueron heridos un profesor y un académico.

1985 - Unabomber ataca cuatro veces y asesina a dos personas. El 15 de mayo explota un paquete bomba en la sala de computadoras de la Boeing Corporation. Un herido. El 13 de junio ataca por segunda vez esa corporación, pero el paquete es interceptado. El 15 de noviembre es herido un ayudante de profesor en la Universidad de Michigan. El 11 de diciembre explotó una bomba en el estacionamiento de un comercio de computadoras: murió un empleado.

1987 - Hiere a un empleado de una casa de computadoras en Salt Lake City

1993 - El 22 de junio una bomba hiere al genetista Charles Epstein de la University of California. Dos días más tarde es herido por otro paquete explosivo David Gelertner, programador de la Universidad de Yale.

1994 - El 10 de diciembre un paquete bomba explotó en la cara de Thomas Mosser, vicepresidente y director general de una empresa de publicidad en San Francisco.

1995 - El 24 de abril explota una caja enviada por correo al ex presidente de la Asociación Forestal de California. Al abrirla, murió Gilbert P. Murray el presidente de ese entonces. Fue su último ataque.