martes, 15 de septiembre de 2009

Enriqueta Martí, La Vampira de carrer Ponent

La secuestradora de niños de Barcelona

Cayó en 1912. Durante 10 años asesinó chicos para fabricar pócimas y remedios


El pueblo de Barcelona la bautizó como La Vampira del carrer Ponent. Sus secuestros de niños creó en el imaginario popular la temeraria leyenda de "El hombre de la bolsa". Su leyenda nació en febrero de 1912, cuando Enriqueta Martí Ripollés fue detenida por la policía catalana, tras diez años de raptar niños, prostituirlos, asesinarlos y fabricar con su sangre y sus grasas y la médula de sus huesos, ungüentos y pócimas para curar la tuberculosis, la tisis y otras enfermedades que atemorizaban a los ricos de la Europa de principios del siglo XX.
En cada una de las casas en las que había vivido, los investigadores encontraron huesos de niños, frascos con sangre y grasas extraídas a sus víctimas, antiguas recetas de brujería. Cuando la vampira confesó, también encontraron una libreta con los nombres de sus clientes, que preocupó a los poderosos de la ciudad: allí había muchos nombres de las personas importantes de la época, gente "interesada en la caridad", dijeron los agentes de justicia.
Fueron dos nenas de 5 años, Teresita y Angelita, quienes al ser rescatadas permitieron atrapar a la vampira. Los forenses de la época sólo identificaron los restos de diez niños asesinados. Pero fueron más; de ellos sólo recuperaron huesos anónimos. Los descubrimientos morbosos de sus curanderías medievales se vertían en extensas crónicas que llenaban las páginas de los diarios de la época. Sólo el hundimiento del Titanic, en abril de ese año, apagó un poco el interés del público en esa historia.
Enriqueta murió al final del año, asesinada a golpes en prisión. Pero todos sospecharon que había sido envenenada, para que no se cumpliera su promesa de calabozo: subir al patíbulo junto con sus clientes. Esos nombres nunca se conocieron. Con su muerte, esas personas importantes durmieron tranquilas.

CAÍDA. Enriqueta Martí fue detenida el 27 de febrero de 1912. Tenía 43 años y vivía con dos nenas de 5 años en una casa del entresuelo 1º del Nº29 de la calle del Poniente (o carrer Ponent, en catalán), actual Joaquín Costa, que corre por detrás del centro de Cultura Contemporánea y el Museo de Arte Contemporáneo (MACBA), en la parte vieja de Barcelona, Cataluña.
En esa época eran muchos los niños que desaparecían o se perdían en las grandes ciudades, y los vecinos de Barcelona habían inventado al “hombre de la bolsa”, de quien contaban historias tétricas que usaban para asustar y hacer más precavidos a sus hijos.
Durante diez años, Martí había azotado las calles de esa ciudad de principios de siglo.
Diez días antes de su detención, el 10 de febrero de 1912, Teresita Guitart, de 5 años, desapareció cuando su madre, en un descuido mientras charlaba en la puerta de su casa con una vecina, le soltó la mano (ver “Ven bonita,...”). El caso había preocupado a los pobladores de la ciudad y los diarios de la época llenaban sus páginas con el tema.
Fue por una vecina suya chusma que Enriqueta cayó en desgracia: la mujer había visto a una nena rapada que la miró por una ventana. “¿Si se trata de Teresita?”, pensó. Eso le contó a un colchonero de la cuadra, quien lo contó a un policía que se lo contó a su jefe de brigada, Ribot.
El policía fue a la casa señalada. Cuando Enriqueta abrió, el agente saludó y dijo: “Vengo a inspeccionar, pues han denunciado que usted tiene gallinas”.
La vampira lo negó, pero cuando atinó a pedir por una orden ya era tarde. El policía ya había encontrado a Teresita, que vivía en el lugar junto a otra niña, Angelita.

CORRUPTORA. En la comisaría, el jefe de policía José Millán Astray descubrió que Enriqueta Martí tenía antecedentes por corrupción de menores: había sido detenida en 1909 en su casa en la que tenía un prostíbulo de menores de ambos sexos, con niños de entre 5 y 16 años. Con ella habían detenido al hijo de una importante familia, por lo que el caso había sido archivado y olvidado.
Pero con su nueva detención, los policías descubrieron que la Vampira, además de secuestradora y corruptora de menores, era prostituta, falsificadora, pederasta, bruja y asesina.
A los 20 años, Enriqueta había comenzado a prostituírse. Era conocida en los lupanares de la zona vieja. La mujer no tenía problemas económicos, pero por los cientos de testimonios recogidos en esos días, descubrieron que, por las mañanas, se vestía con harapos y pedía limosnas en las iglesias.
Y era asesina: las nenas rescatadas contaron que una noche, mientras la mujer no estaba, habían encontrado un bolso con ropas de niño y un cuhillo con sangre. Angelita contó también que ella había visto cómo asesinaba a Pepito, un niño de su edad, con un cuchillo.
En una nueva inspección, los agentes del juzgado encontraron varias habitaciones en el entresuelo de la calle del poniente. Un salón estaba acomodado con muebles costosos y trajecitos para niños. En otra habitación encontraron el bolso que habían dicho las niñas. En otra, descubrieron una bolsa de lona con ropa vieja, que en el fondo contenía huesos de niños.
La expedición macabra terminó cuando en una habitación encontraron medio centenar de frascos, rellenos de sangre coagulada, de grasas y otras sustancias extrañas.
Además, también encontraron un libro antígüo con fórmulas misteriosas y un cuaderno lleno de recetas de curandero para toda clase de enfermedades. En una libreta, apareció un listado de clientes.

VAMPIRA. Ya cercada, Enriqueta habló: "Confecciono remedios usando partes del cuerpo humano", dijo. Y, gritó: "¡Que registren el piso! ¡Que piquen las paredes y encontrarán algo! Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables".
También en otros domicilios que Enriqueta había tenido en los últimos diez años encontraron evidencia aterradora. Aparecieron más huesos de niños, que los forenses dijeron que pertenecían niños de 3, 6 y 8 años. Diez fueron las criaturas identificadas como víctimas que se incluyeron en el sumario.
En aquella época la tuberculosis hacía estragos, y existía la creencia de que el mejor remedio era beber sangre humana y aplicarse sobre el pecho grasas infantiles.
Pero los consumidores de esas pócimas no podían ser, si no, gente acaudalada. El diario Abc llegó a decir que "los nombres y domicilios contenidos en esta lista son de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron víctimas de las socaliñas (que significa "engaños") de la hechicera".
A finales del año se supo que Enriqueta Martí había fallecido en la cárcel linchada por otras presas. En Barcelona corrió el rumor de que antes de ser atacada, ya estaba muerta, envenenada por encargo de alguien interesado en su desaparición. Nada se pudo probar.
Y La Vampira de carrer Ponent ya era leyenda.


“Ven bonita, tengo dulces para ti”

Mientras su mamá conversaba con una vecina frente a su casa de la calle San Vicente, Teresita Guitart se alejó un poco. Jugaba cuando sintió que alguien le agarraba la mano. Era una mujer que con tono cariñoso le dijo: “Ven bonita, ven, tengo dulces para ti”.
La nena accedió, pero cuando notó que se alejaban intentó escapar. Era muy tarde. Enriqueta la envolvió en un trapo negro, la alzó y desapareció en la penumbra de la noche.
Cuando 17 días después el policía Ribot entró en la casa de Martí vio a la nena con la cabeza rapada.
–¿Como te llamas? Guapa.
–Felicidad.
–¿No te llamas Teresita? –insistió.
–Aquí me llaman Felicidad.
Los testimonios de la nena y Angelita, otra niña de su edad que la Vampira había robado a su cuñada, revelaron que Martí, además de corruptora, fabricaba ungüentos y pócimas con la grasa, la sangre y la médula de los huesos de los niños que robaba y asesinaba.
Gracias a ellas, los policías descubrieron un cuarto oculto donde la mujer guardaba la sangre, las grasas y las recetas antígüas de curanderos y brujería con que fabricaba las pócimas que, luego, vendía a sus clientes.

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