domingo, 20 de septiembre de 2009

A diez años de un final sangriento: La masacre de Ramallo, un robo que no fue

Toma de rehenes, tres muertos y un "suicidado", en los mejores años de la maldita policía


En la cabeza de los tres hombres pasaban muchas cosas ese 16 de septiembre de 1999. La adrenalina fluía a raudales. Soñaban con comprarse un edificio en Río de Janeiro, contaría diez años después el único sobreviviente de la banda. Nada podía fallar: tenían apoyo de la Bonaerense, trotyl provisto por un militar y apoyo externo. Cuando a las ocho menos cinco el gerente del Banco Nación de Villa Ramallo abrió la puerta al cartero, los tres tipos entraron y los apuntaron. Comenzaba así una toma de rehenes que duraría 20 horas y que terminaría a las 4 de la mañana del día siguiente, cuando en una salida pactada, cientos de policías dispararon 120 balazos al Polo verde del gerente. Sólo una de las 46 balas que dieron en el auto pegó en un neumático. Las otras 45 impactaron a la altura de los ocupantes. Allí iban los tres asaltantes, Javier Hernández, Carlos Martínez y Martín Saldaña; el gerente Carlos Chávez, su esposa, Flora Lacave y el contador de la entidad, Carlos Santillán. Hernández, Chávez y Santillán murieron en la balacera. Todo fue filmado por las cámaras de TV y puso sobre la mesa de la opinión pública las "bandas mixtas" de las mejores épocas de "la mejor policía del mundo". Se lo conoció como la Masacre de Ramallo, que ya cumplió 10 años, justo cuando el único sobreviviente de la banda fue beneficiado con salidas transitorias (ver aparte).


VILLA RAMALLO. El 16 de septiembre de 1999 los habitantes de Villa Ramallo despertaron sobresaltados. Ese día, nadie en el pueblo dormiría la siesta reglamentaria. Cuando los tres ladrones entraron a las 7.55 a la sucursal del Banco Nación de esa ciudad del norte de la Provincia, una empleada del cable local vio la escena y llamó a la Policía. Poco después la entidad estaba rodeada por la temible Brigada de Ramallo, al mando del juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzzo. Dentro, la banda tenía seis rehenes: el gerente, el cartero, el contador, los empleados Ricardo Pascuali y Diego Serra, y la esposa del gerente. En simultáneo, el país miraba lo que sucedía por la televisión.

Las primeras negociaciones duraron doce larguísimas horas y recién a las 21 fueron liberados dos rehenes: Diego Serra y Fernando Vilches. Cuatro horas después, Ricardo Pascuali se convertía en el tercer liberado.

A las 4 de la madrugada parecía que todo iba en camino de resolverse. Una fuerza de doscientos policías del Grupo Especial Operativo (GEO) y el Grupo Halcón, estaban apostados en derredor del Banco, con la orden explícita del juez de no disparar. Habían pactado una salida.


120 BALAS. A las 4.08 se abrió la puerta del garaje del banco y el Polo verde del gerente salió con las seis personas que estaban en el interior de banco. Al volante iba Carlos Chaves, con un pan de explosivo trotyl en el cuello. En el asiento del acompañante iba el asaltante Javier Hernández y en las butacas traseras los otros dos. El resto de los rehenes, Carlos Santillán y Flora Lacave, iban como escudo humano.

El auto avanzó y a mitad de cuadra le llovieron las balas: en 20 segundos, 120 disparos estallaron como un trueno.

De las 46 balas que dieron en el auto, sólo una pegó en una rueda, donde se suponía que debían disparar si lo que pretendían era detener el coche. Las otras mataron a Chaves, Santillán y Hernández, hirieron a Lacave y Martínez.

Sólo Saldaña salió ileso. Fue llevado detenido a la comisaría Segunda de Ramallo, donde apareció colgado y ahorcado esa misma tarde, en su celda. El "suicidio" que la Policía informó fue, en realidad, un homicidio, confirmado el 26 de diciembre de 2006 por la perito María Noms, de la Asesoría Pericial de la Suprema Corte bonaerense.


LA MEJOR POLICÍA. En la población, que asistió a la masacre "en vivo y en directo", quedó la sensación que las muertes fueron una ejecución deliberada de la Policía para esconder el acuerdo entre los ladrones y miembros de la fuerza para cometer el robo.

El entonces gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, dijo poco después que había sido una masacre y disolvió el GEO.

Por el caso se realizaron dos juicios. En 2002 fue juzgada la banda y en 2004 los policías que dispararon y ejecutaron a tres de los ocupantes.


BANDA MIXTA. En septiembre de 2002 el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario condenó con penas de entre 24 y 13 años a los siete integrantes de la banda que cometió el asalto y absolvieron a dos por el beneficio de la duda. El juicio certificó la existencia de las bandas mixtas, de policías y ladrones.

Carlos "El Negro" Martínez tenía 23 años y lo condenaron a 24. Lo responsabilizaron de las muertes de uno de sus socios y de dos rehenes. Al final del juicio su padre dijo: "Mi hijo no mató a nadie", y tenía razón.

El cabo de la Bonaerense Aldo Cabral, que era la pata visible de la participación policial en la banda, recibió 17 años. Él proveyó a los asaltantes el handy con frecuencia policial por el que, después, se hicieron las negociaciones. También hizo los planos del banco -le encontraron una copia en su casa- y llevó a Saldaña a la celda para que fuera asesinado.

El resto de los que componían la banda, pero que no entraron al banco, también recibieron condena: Jorge Andrés Aguilar, voluntario del Ejército que proveyó un pan de trotil a la banda, recibió 15 años. Mónica Saldaña, 14. Raúl Oscar Mendoza, Norberto "Ojitos" Céspedes y Silvia Vega, 13.


LA MALDITA. En diciembre de 2004, el mismo tribunal condenó a siete de los ocho imputados policiales que participaron de la balacera con penas de 2 a 20 años de prisión.

El ex suboficial principal del Comando de Patrullas de San Nicolás, Oscar Parodi, fue condenado a 20 años porque de su fusil salió la bala que mató al gerente Chaves. Lleva cumplida la mitad de su condena. El ex sargento Ramón Leyva, recibió 18 años por matar al contador Carlos Santillán. Aunque intentó suicidarse en prisión, sigue detenido.


MÉTODOS. Los jefes de la Policía bonaerense y sus contactos con la banda de asaltantes aún no fueron probados y es investigado.

El asalto al Banco Nación de Ramallo y la masacre significó un punto de quiebre para las operaciones de la Bonaerense. A partir de entonces, la violencia policial comenzó a ser más selectiva.

La masacre no significó el fin de las bandas mixtas. El tiempo demostró que, sólo, cambiaron de rubro, como los secuestros.

Después de aquel episodio, los capangas policiales comenzaron a perder peso específico. Pero también aprendieron que los negocios -que siguieron existiendo-, son más efectivos si son menos visibles.


“No queríamos muertes”

A Norberto Fabricio "Ojitos" Céspedes lo condenaron a un encierro de 24 años, uno más de los que tenía. A 10 años de la masacre y después de pasar siete en gayola -que por el 2x1, se convirtieron en 9 y dos meses-, recibió el beneficio de la libertad condicional. En su primer paso fuera de la cárcel, se cruzó con la cámara de uno de los canales que hizo del "vivo y en directo" policial, uno de los clásicos de los '90.

"El arrepentimiento viene por todos los hechos que derivaron en una catástrofe que no esperábamos, porque para nosotros era un robo perfecto: era entra y salir", dijo el convicto a Crónica TV. "No queríamos que hubiera muertes", explicó Céspedes.

El muchacho contó que aquel golpe era considerado como el primero de "otros objetivos más importantes. Teníamos pensado comprar campos, cultivar soja, comprar un edificio en Río de Janeiro, Brasil", recordó.

Céspedes, que terminó la secundaria en prisión, pidió perdón a los familiares de los muertos. "Si bien nosotros no matamos a nadie y fue la Policía, no fuimos a lastimar a nadie, sino a buscar el dinero", dijo.

De los condenados en los dos juicios, dos integrantes de la banda (Martínez y Cabral) y dos de los policías (Parodi y Leyva) siguen presos. Otros seis policías están libres y cinco de los otros delincuentes ya fueron beneficiados con la libertad condicional o salidas transitorias.

No hay comentarios: